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XXXIV Torneo NO oficial de Infinity - 1 de junio

El Club Kritik os invita a su XXXIV Torneo NO oficial de Infinity. El torneo se realizará el día 1 de junio en el Club de rol y simulación Kritik.


El torneo será a 200 puntos, pudiendo llevar 2 listas del mismo ejército/sectorial. En cada lista se deberá alinear un "Spec Ops" con un total de hasta 12 puntos de experiencia gastados en él.

Nota 1: Será responsabilidad de cada jugador comprovar que dichos puntos se han gastado adecuadamente.
Nota 2: Al ser un torneo NO oficial, se destinará el coste habitual del pack de torneo a premios para los participantes.

Jugaremos 3 rondas, 2 por la mañana y 1 por la tarde. En cada ronda se jugará una misión común para todos los participantes.

Nota 3: Aún siendo NO oficial, se seguirán las reglas de DISP de tropas y Proxies como si lo fuera.

El sistema de puntuación será el que ya va siendo habitual: 6 puntos por misión + 4 puntos por bajas.

Se usaran mesas de interiores (con las reglas de "ascensores", limitaciones al DA: Salto de Combate, y la imposibilidad de desplegar TAG's) y mesas con zonas de terrenos específicos (montañoso en las piezas del cañón y selvático en las piezas de las trincheras).

Este torneo continuará sumando puntos para nuestra propia clasificación interna.

Como siempre, las inscripciones SOLO serán válidas por vía mail en el correo expuesto más abajo. En el cuerpo del mensaje se deberá indicar lo siguiente:

- Nombre del jugador
- Ejército
- Número de teléfono móvil

Horario:

- Presentación de ejércitos: 10:30 h
- Inicio 1ª ronda: 11:00 h
- Inicio 2ª ronda: 12:30 h
- Inicio 3ª ronda: 16:00 h
- Entrega de premios: 18:00 h

Por respeto al resto de participantes y a la organización, se ruega puntualidad.

Día: sábado 1 de junio
Lugar: Club de rol Kritik (C. Dolors Masferrer 33-35, Barcelona) Junto al metro de Les Corts
Puntos: 200, incluyendo un Spec Ops con 12 P.EXP gastados.
Número de listas: 2
Precio: 5€ (incluye refresco)
Inscripciones: SOLO vía e-mail a clubkritik@hotmail.com
Listas: para facilitar su consulta y posible revisión, las listas deberan traerse impresas en papel (a ser posible realizadas con Army, ORA o Aleph Toolbox)
Participantes: plazas limitadas a 20 jugadores, los que se inscriban de más formaran la lista de reserva para poder llenar las eventuales bajas antes del torneo.

XXV One night stand - 22 de junio

El club de rol Kritik se complace en invitaros al XXV One night stand que se celebrará el próximo sábado 22 de junio en su horario habitual, de 20.00 a 08.00 horas.



Durante este One night stand volveremos a poner a disposición de todos los asistentes nuestra amplia ludoteca para que cualquiera pueda probar los juegos que prefiera y, como siempre, nuestros socios estarán disponibles para explicar cualquiera de los juegos presentes a quienes no los conozcan. Además de todos nuestros juegos de mesa también podréis jugar diversas partidas de rol.

Este será el One night stand número 25 (sí, sí, 25 ya!!) y nos gustaría celebrarlo con todos vosotros así que esperamos que vengáis a jugar con nosotros durante toda la noche.

Y, por supuesto, nuestro bar estará abierto y mantendrá sus precios populares para que nadie se quede con hambre!!

¡Os esperamos a todos!

Día: Sábado 22 de junio
Horario: de 20.00 a 08.00 horas
Lugar: Club de rol Kritik. C. Dolors Masferrer, 33-35, 08028 Barcelona

La guerra - V Concurso de relatos de Sant Jordi

Esta semana os traemos otro de los relatos que ha participado en el V Concurso de relatos de Sant Jordi organizado por el club. En esta ocasión se trata del segundo clasificado en votos (empatado con el relato que os presentamos la semana pasada). El relato está escrito por Tiberio Graco y lleva por título La guerra. ¡Esperamos que os guste!

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La guerra

Con un sonoro click, el capitán Roch cierra su reloj y lo vuelve a guardar en su bolsillo. Había sido el reloj de su abuelo.

Jean-Paul, a pesar de tener el estómago vacío, siente ganas de vomitar. Hoy no ha comido nada. Nadie lo ha hecho. Todos los hombres de la trinchera están nerviosos, aunque algunos de ellos consiguen disimularlo mejor. Jean-Paul no, Jean-Paul está llorando en un rincón. Nadie se le acerca.

Todos los veteranos saben que va a morir esta noche y ninguno quiere encariña**e con él.

Jean-Paul no debería estar aquí. No tiene la edad mínima para entrar en el ejército, tuvo que mentirle al instructor. Él no sabía que la guerra era así. Él pensaba que la guerra consistía en matar a muchos alemanes, y liberar ciudades ocupadas por el enemigo. Nadie le dijo a Jean-Paul nada sobre esconderse como ratas en pequeñas madrigueras enlodadas. No le hablaron de lo que significa rezar porque ningún obús te cayera encima. Ni sabía nada sobre convivir con los cadáveres de sus compañeros durante días enteros. Él no sabía que tendría que cavar nuevas trincheras en el barro congelado para encontrarse con los muertos del año anterior. Gritos de dolor, frío, humedad, miedo... el omnipresente miedo que te cala hasta los huesos y te impide dormir. A Jean-Paul nadie le había contado lo que era la guerra.

La artillería francesa cesa en su bombardeo. Un oficial pasa por la trinchera para recoger testamentos y cartas de despedida. Jean-Paul no entrega nada. No tiene nada que dejar y cree que su familia no querrá saber nada de él porque se fugó para alistarse en el ejército. Está equivocado.

Cuando el oficial se ha ido, los compañeros de Jean-Paul empiezan a prepararse para salir. Nadie dice nada. Todo el mundo siente ganas de vomitar. Jean-Paul cree que es el único.

El capitán Roch desenvaina su sable con calculada lentitud. Se santigua. Y sale de la trinchera gritando “¡A la carga!” Cuatro balas se interponen en su camino: una se le aloja en el estómago, otra le perfora el pulmón y otra le rompe la frente. La cuarta destroza el reloj de su abuelo. Ha sido afortunado, la muerte es instantánea.

Jean-Paul y sus compañeros no tienen tiempo para pensar en el capitán Roch. La ofensiva ha comenzado y, al igual que otros cientos de miles de franceses e ingleses, salen de su trinchera dando gritos con los que intentan convencerse a sí mismos de que son valientes.

La artillería lleva un día entero bombardeando las posiciones enemigas. Las ametralladoras pesadas han barrido el campo destruyendo los postes de las alambradas. Es imposible tener la más mínima esperanza de tomar al enemigo por sorpresa.

Decenas de balas silban furiosamente en torno la cara de Jean-Paul. Cierra los ojos, grita, dispara, corre y se tira al suelo. Todos sus compañeros están junto a él. Han recorrido cuatro metros desde la trinchera.

Jean-Paul respira agitadamente, reprime un sollozo, coge aire, se levanta, esquiva un cable de alambre y se lanza al cráter de una bomba. Ha recorrido diez metros más. Varios de sus compañeros llegan hasta él. Su batallón es cada vez menos numeroso.

Dan un par de pasos y oyen el silbido de una bomba. Vuelven a deslizarse al mismo cráter y se amontonan unos encima de otros. La bomba cae muy cerca, pero no les alcanza. Vuelven a salir y esta vez caen, con terribles alaridos, sobre una trinchera ocupada por el enemigo. En torno a Jean-Paul se produce un torbellino de sangre y muerte. Franceses y alemanes se matan con el odio inaudito de personas que no se conocen. Jean-Paul no hace nada, contempla a sus compañeros mudo de espanto mientras los alemanes, inferiores en número, luchan desesperadamente por su vida. En unos minutos todo ha terminado, Defaux, uno de sus compañeros, le grita para que se ponga a cubierto. Jean-Paul se siente como en un sueño.

Han pasado tres horas desde que se inicio la ofensiva. Han recorrido unos doscientos metros que han parecido kilómetros. Jean-Paul no sabe a cuanta gente ha visto morir hoy, pero él todavía no ha matado a nadie.

Son las cuatro de la madrugada. Jean-Paul está agotado, él y los que quedan vivos de sus compañeros se agazapan en una trinchera y, parece, se respira un poco más de tranquilidad. Jean-Paul se acurruca en una esquina y, empapado, queda dormido.

Le despiertan a patadas. El sonido de disparos crece por momentos, varios de sus compañeros disparan al exterior de la trinchera y hay en torno a él algunos cuerpos inertes. Jean-Paul no sabe si están dormidos, heridos o muertos. La verdad es que no quiere saberlo. El hombre que le daba patadas empieza a gritarle: “¡Dios! ¡Muchacho, a ver si ahora vales para algo!”, ninguno de sus compañeros sabe su nombre. Todos piensan que va a morir en seguida. Jean-Paul se levanta con el cuerpo dolorido y mira asustado a su agresor. “Los alemanes han contraatacado muy duramente, en breve podemos quedar copados. ¡Corre hasta el cuartel general e informar de la situación! ¡Pide permiso para retirarnos y vuelve con la respuesta. ¡Corre maldito muchacho! ¡Cada segundo perdido es un hombre muerto!”

Jean-Paul se aprieta el casco y sale corriendo a cuatro gatas como una rata chapoteando entre el fango. No recuerda su fusil hasta que ya está demasiado lejos. En realidad, no sabe si sería capaz de utilizarlo, pero su peso le reconfortaba y le daba seguridad.

Apenas ha dado unos pasos cuando se oyen a la vez varios silbidos de obuses. Jean-Paul se acurruca en un cráter mientras el gran estrépito de una fuerte descarga de artillería llena el aire. Los alemanes preparan un contraataque. Jean-Paul llora en silencio, con las manos sujetándose el casco y rezando porque el bombardeo dure poco. A causa del barro y del miedo, tarda varios minutos en ver la bota que tiene justo delante. Es una bota militar de la que sobresale algo afilado, quizás un hueso humano. Jean-Paul no sabe si ha pertenecido a un alemán o a un francés, ¿acaso importa? Tampoco sabe cuánto tiempo lleva allí; un mes, un año, o desde el 14. ¿Estará el resto del cuerpo más allá? ¿o quizás el dueño de la bota sigue vivo y es uno de tantos lisiados que se arrastran por las ciudades? El silbido de una nueva bomba saca a Jean-Paul de su ensimismamiento. No hay tiempo que correr, se sopla las manos congeladas y sale agazapado del cráter. Da varias zancadas y se deja caer sobre una trinchera.

La trinchera era más profunda de lo que pensaba, y al caer un dolor agudo se adueña de su tobillo. Jean-Paul se lleva la mano a la zona afectada con un gesto de dolor y entonces se da cuenta de que no está solo.

Una rata le mira con ojos maliciosos. Estaba comiendo algo, Jean-Paul prefiere no saber el qué. Le mira, es enorme. Jean-Paul agita un pie hacia ella y la rata sale corriendo. Hay muchas en las trincheras, si estás despierto y consciente, no son peligrosas. ¿Por qué iban a serlo? Tienen toda la comida que puedan desear y los hombres son agresivos y están armados.

El tobillo de Jean-Paul está dolorido, pero no parece que tenga nada grave. Sale de la trinchera a tiempo para escuchar un nuevo silbido de bomba. Retrocede a la trinchera y se estremece cuando trozos de tierra le salpican. Por un momento Jean-Paul está convencido de que se ha quedado sordo.

Vuelve a salir de la trinchera y gatea hacia otra. Se corta la mano con un alambre de espino. No tiene tiempo para detenerse. Se deja caer sobre la siguiente trinchera y el corazón le da un vuelco al reconocer el cadáver del señor Roch. Ha alcanzado las posiciones iniciales.

Jean-Paul siente ganas de bailar... ¡acaba de llegar a la trinchera de salida, y está vivo! Pero la alegría dura poco. Tiene que dar el mensaje y le ordenarán regresar. Seguramente el tiroteo ha aumentado, la contraofensiva ya se habrá producido y deben estar luchando a bayoneta en las trincheras. Probablemente, sus compañeros ya han sido copados y si intenta alcanzarlos se va a encontrar de golpe con los alemanes.

Un fogonazo le recuerda que todavía no está a salvo. Nuevamente gatea fuera de la trinchera, esta vez en dirección al cercano cuartel general. En este todo bulle actividad, infinidad de oficiales franceses corren de un lado a otro como hormigas atacadas. Un oficial repara en Jean-Paul,

-¿Qué haces aquí, muchacho?

-Vengo del frente, señor. Soy el único superviviente de la decimotercera. Vi morir al resto.

-Tranquilízate, joven. Te has comportado con honor y valentía.

Setecientos metros más al este, los últimos sobrevivientes de la decimotercera luchan inútilmente por mantener abierto el sendero por el que tiene que volver el mensajero que ha de salvarles la vida.

El encuentro - V Concurso de relatos de Sant Jordi

Esta semana os traemos otro de los relatos que ha participado en el V Concurso de relatos de Sant Jordi organizado por el club. En esta ocasión se trata del segundo clasificado en votos (empatado con el relato que os presentaremos la semana que viene). El relato está escrito por Ferran Cabré (aka Belzy) y lleva por título El encuentro. ¡Esperamos que os guste!

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El encuentro

El sol empezaba a ponerse cuando Milesha abrió la puerta trasera de la peluquería. Llevaba a rastras el pequeño tonel de la basura, que como cada tarde, después de cerrar, vertía por la trampilla del canal. Estas trampillas, situadas en cada casa, eran un pequeño cubículo, donde había un tonel, que cada noche era vaciado por unos transportadores a vapor, que llevaban toda la porquería sobrante a algún islote, donde sería procesada.

Justo antes de soltar la trampilla escuchó un ruido extraño, como un chirrido, y después el chocar de madera contra madera, al que estaba tan acostumbrada. Se quedó un rato a la expectativa, esperando volver a oír el ruido, sin darse cuenta que no había soltado el tonel pequeño, cuando decidió abrir la trampilla otra vez para ver que podía haber causado ese ruido. Examinó el contenido del tonel con la vista, pelo, restos de pezuña, restos de cuerno, más pelo, un bulto envuelto en tela negra… un momento!, pensó, aquí no debería haber ningún bulto ni ninguna tela negra…

Alargó la mano para palpar aquella cosa, era rígida, y estaba a temperatura ambiente, parecía lisa, como si estuviera formada por alguna especie de placas, o eso le pareció notar a través de la tela. Cerró la mano para intentar cogerlo y tirar de él.

-Au! – exclamó el bulto, que empezó a moverse por si sólo. – No hace falta que me metas el dedo en el ojo!

Milesha apartó la mano asustada cuando dos zarpas se asieron al borde del tonel, repitiéndose el chirrido anterior, al arañar el metal.

- Podrías ayudarme, seas quien seas, no? Es difícil mantener la perspectiva espacial con un ojo lloroso…

- Que?

- Que tires de mí, por favor, pero esta vez de las manos- dijo la figura encapuchada en la que se había convertido el bulto, mientras se sostenía de lo que parecían dos manos.

Milesha agarró lo que suponía era el brazo izquierdo y tiró; era más ligero de lo que suponía, pesaba lo mismo que un gato y cuando lo pudo ver sobre las maderas del muelle, tenia el tamaño de un gato con túnica, pero quien le pondría una túnica a un gato?

- Gracias. - Dijo la el gato embozado.

- De nada. - Respondió Milesha automáticamente.

La figura se dio la vuelta y empezó a deslizarse lentamente dirección al centro de la ciudad.

Milesha consiguió reponerse y gritó: Alto, saqueador de basura!- Fue lo primero que se le pasó por la cabeza, para detener a lo que fuera que acababa de encontrar, y pedirle explicaciones.

- ¿Cómo me has llamado, niña cabra?

- Saqueador de basuras. – Repitió segura de si misma – Al fin y al cabo estabas saqueando mi basura,no?

La figura se giró de nuevo, de forma que lo que se suponía eran la apertura de la cara, y las de las mangas, quedaban encaradas hacia ella, así comprendió Milesha que a no ser que algún gato hubiera aprendido a andar sobre dos patas, no era un gato con túnica.

-¿ A caso tengo pinta de andar por los sitios trasteando basuras ajenas…?

Milesha miró detalladamente la figura; un ser de tres palmos de altura, cubierto por una túnica, rebozada por los restos de pelo de las diez clientas que habían pasado por la peluquería, con manchas de polvos de talco y raspaduras de cuerno que se habían pegado a la túnica negra, ahora multicolor, que tenia un ribete con lo que parecían calaveras blancas diminutas…

Milesha no pudo responder, sólo lanzar una sincera carcajada ante el aspecto del ser que intentaba exigir respeto y negar lo innegable.

- Te he hecho una pregunta, niña.

- Espera, un momento…- dijo Milesha, mientras recuperaba el aliento – Sinceramente, si, tienes aspecto de haber trasteado basura ajena.

- ¿Cómo? Para que lo sepas, niña, soy un gran mago de la Torre de los Huesos, y no tengo necesidad alguna de rebuscar la basura. - Milesha pudo imaginarse al misterioso interlocutor sacando pecho para darse importancia...

- Bien, gran nigromante, pues si no estabas rebuscando la basura, ¿que hacías dentro del tonel de la basura? No pretenderás que me crea que te caíste por accidente por una trampilla que estaba cerrada, con mecanismo de seguridad, verdad?.

Aquello pareció coger desprevenido al nigromante, que empezó a balbucear algo.

- Pues, pues...- si no fuera por la túnica, se le podría ver pensar la siguiente excusa a toda prisa - … estaba buscando a Rat, mi siervo, que hace horas que debería haber vuelto.

- Y Rat si que rebusca en la basura?

- Está en su naturaleza. Bueno, o almenos en su anterior naturaleza... o almenos en la naturaleza del tipo de ser del que proviene... es decir, que es frecuente encontrar pequeños roedores, ratas, en las basuras, aunque Rat no creo que esté formado totalmente de partes de rata... las costillas parecían de ardilla, pero encajaban bien en el esqueleto... - y siguió murmullando algo para sus adentros, como si estuviera divagando para él mismo.

Milesha estuvo un rato viendo como el pequeño ser divagaba para sus adentros, hasta que recordó que esta tarde llegaba el correo del continente, con lo que esperaba llegase el último numero del libro coleccionable de belleza de Lady Mirrith.

- Oye, ya vale, dejalo, estoy cansada y tengo cosas que hacer, en el fondo me da igual quien o que seas. A más ver, Sr. Gran Mago.

- Llamame Tim.

-¿Que?

-Tim, Timothy, es mi nombre.

- Oh, ya veo, entonces, a más ver, Gran Tim.

-¿Gran Tim?Gran Tim? Ya estamos otra vez con el tamaño, no? - chilló Tim, casi alborde de la histeria- Al final todo acaba siendo cosa del tamaño. Solo porque uno esté en la edad de crecer no se lo toman en serio.

Milesha se agachó para cerrarle la boca a Tim antes que siguiera parloteando sobre lo que fuese que quisiera añadir a continuación, cuando se encontró con un hocico cálido, una boca llena de dientes afilados, unos ojos dorados con una pupila vertical, con una piel escamosa, entre sus dedos; lo que le quitó algo de confianza en si misma.

- Mira, tengo que ir al muelle principal a por unas compras,- le dijo mientras soltaba el hocico- si quieres me acompañas y me cuentas lo del tamaño, lo de Rat, o que hace un Nigromante fuera de la Torre de los Huesos, o si lo prefieres nos despedimos aquí...

-Mi madre me dijo que no andara con desconocidos, así que o me dices tu nombre, o tendré que ir volando, para no andar con desconocidos...- dijo Tim sonriendo, lo que no era muy tranquilizador... una sonrisa de una cabeza de dragón, por pequeña que sea, no resulta tranquilizadora.

Milesha se imaginó algún truco lamentable de Tim para simular el vuelo, por lo que prefirió decir su nombre y dejar la forma de volar de Tim a la imaginación. -Milesha,

Milesha Pielblanca, soy la hija de Ezra Pielblanca, la mejor peluquera de la Isla.

¿Puedes andar y hablar a la vez?

Tim se sacudió los pelos de la túnica, murmuró unas palabras mientras hacia unos gestos extraños y un fulgor pálido dejó la túnica impoluta.

Empezaron a andar.

-Seguramente ya te lo habrán dicho, pero tienes sonrisa de dragón.- dijo Milesha algo nerviosa.

- Gracias, he estado practicando. Algún día conoceré a algún dragón, y ya estoy preparado, he estudiado su lenguaje corporal, y tengo este objeto, que me permite entenderlos...- dijo Tim mientras señalaba un pequeño broche dorado que llevaba en la túnica, parecía una cabeza de dragón fabricada en oro, con unas letras cónicas alrededor de la cabeza.

- Muy bonito, ¿que es?.

- Es un poderoso artefacto que concede a su portador la facultad de entender y hablar el idioma de los dragones, lo llamo “el pin del club de los amigos de los dragones”.

Milesha se paró en seco, mirando a Tim.

-Oye, tienes cabeza de dragón, tus manos parecen garras... por casualidad no tendrás todo el cuerpo recubierto de escamas y un par de alas?

-Si.

-Y naciste de un huevo?

-Si.

-Y te has fabricado un artefacto que te permite entender a los dragones...

-Si.

-¿Has probado a hablar ese idioma sin el artefacto?.

-No, claro, por supuesto, sólo los dragones pueden entonar ese idioma, con las sutilezas gramaticales de forma natural, por eso el pin. No hace falta ser mago para entenderlo.- Dijo Tim con naturalidad.

-Por casualidad no te acunarás rodeado de monedas, piedras preciosas y tesoros similares?

-Si los tuviera, seguramente lo haría..

Siguieron andando, debatiendo las costumbres y manerismos de los dragones, insistiendo Tim en no ser nada de eso, hasta llegar a la tienda “productos de ultramar”, un local de madera, situado al lado de las oficinas del procurador del puerto. El local consistía en una ventanilla de atención, con un gran mostrador, y la mayor parte era el almacén, situado en la trastienda del local.

Jeofrey, el propietario, al verles les hizo un pequeño gesto con la mano abierta, y buscó algo debajo del mostrador.

-Milesha, Reverendo Tim, hoy ha llegado lo que esperaban. Para Milesha, el nuevo coleccionable del libro de Lady Mirrith- mientras sacaba un delgado volumen en papiropara el Reverendo, el tratado alquímico para epidermis y otros tejidos corporales del continente, volumen 12.- y depositó un delgado volumen idéntico al primero.

Milesha, que por su estatura, llegaba a ver ambos volúmenes a la perfección, empezó a decir mientras Tim se encaramaba al mostrador,- Pero si parecen igua...

-Shht!- interrumpió Jeofrey, negando enérgicamente con la cabeza y los ojos desorbitados. -No digas nada... - susurró.

Tim empezó a examinar el tratado alquímico- Perfecto estado, el sello arcano de protección al agua, luz, fuego, está intacto, y con el sello personal de Lady … Bien! Perfecto como siempre Sr. Jeofrey, aquí tiene su plata y media.

Jeofrey puso la misma cara de resignación que las diez veces anteriores, evitando activamente recordar la primera vez que el reverendo le compró el tratado alquímico; las diferencias en el nombre, que si era el tratado alquímico o el libro de Lady Mirryth terminaron con el bigote y la barba de Jeofrey chamuscados y un pequeño ejército de zombis y esqueletos diminutos rodeandole...

- Muchas gracias, Jof- Milesha le dio el dinero.

-Dale recuerdos a tu madre, y dile que parece que pronto mi barba ya necesitará un recorte.- respondió mientras miraba al Reverendo de reojo, que acababa de hacer desaparecer su volumen.