Esta semana os traemos otro de los relatos que ha participado en el V Concurso de relatos de Sant Jordi organizado por el club. En esta ocasión se trata del segundo clasificado en votos (empatado con el relato que os presentaremos la semana que viene). El relato está escrito por Ferran Cabré (aka Belzy) y lleva por título El encuentro. ¡Esperamos que os guste!
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El encuentro
El sol empezaba a ponerse cuando Milesha abrió la puerta trasera de la peluquería.
Llevaba a rastras el pequeño tonel de la basura, que como cada tarde, después de cerrar, vertía por la trampilla del canal. Estas trampillas, situadas en cada casa, eran un pequeño cubículo, donde había un tonel, que cada noche era vaciado por unos transportadores a vapor, que llevaban toda la porquería sobrante a algún islote, donde sería procesada.
Justo antes de soltar la trampilla escuchó un ruido extraño, como un chirrido, y después el chocar de madera contra madera, al que estaba tan acostumbrada. Se quedó un rato a la expectativa, esperando volver a oír el ruido, sin darse cuenta que no había soltado el tonel pequeño, cuando decidió abrir la trampilla otra vez para ver que podía haber causado ese ruido. Examinó el contenido del tonel con la vista, pelo, restos de pezuña,
restos de cuerno, más pelo, un bulto envuelto en tela negra… un momento!, pensó, aquí no debería haber ningún bulto ni ninguna tela negra…
Alargó la mano para palpar aquella cosa, era rígida, y estaba a temperatura ambiente, parecía lisa, como si estuviera formada por alguna especie de placas, o eso le pareció notar a través de la tela. Cerró la mano para intentar cogerlo y tirar de él.
-Au! – exclamó el bulto, que empezó a moverse por si sólo. – No hace falta que me metas el dedo en el ojo!
Milesha apartó la mano asustada cuando dos zarpas se asieron al borde del tonel, repitiéndose el chirrido anterior, al arañar el metal.
- Podrías ayudarme, seas quien seas, no? Es difícil mantener la perspectiva espacial con un ojo lloroso…
- Que?
- Que tires de mí, por favor, pero esta vez de las manos- dijo la figura encapuchada en la que se había convertido el bulto, mientras se sostenía de lo que parecían dos manos.
Milesha agarró lo que suponía era el brazo izquierdo y tiró; era más ligero de lo que suponía, pesaba lo mismo que un gato y cuando lo pudo ver sobre las maderas del muelle, tenia el tamaño de un gato con túnica, pero quien le pondría una túnica a un gato?
- Gracias. - Dijo la el gato embozado.
- De nada. - Respondió Milesha automáticamente.
La figura se dio la vuelta y empezó a deslizarse lentamente dirección al centro de la ciudad.
Milesha consiguió reponerse y gritó: Alto, saqueador de basura!- Fue lo primero que se le pasó por la cabeza, para detener a lo que fuera que acababa de encontrar, y pedirle explicaciones.
- ¿Cómo me has llamado, niña cabra?
- Saqueador de basuras. – Repitió segura de si misma – Al fin y al cabo estabas saqueando mi basura,no?
La figura se giró de nuevo, de forma que lo que se suponía eran la apertura de la cara, y las de las mangas, quedaban encaradas hacia ella, así comprendió Milesha que a no ser que algún gato hubiera aprendido a andar sobre dos patas, no era un gato con túnica.
-¿ A caso tengo pinta de andar por los sitios trasteando basuras ajenas…?
Milesha miró detalladamente la figura; un ser de tres palmos de altura, cubierto por una túnica, rebozada por los restos de pelo de las diez clientas que habían pasado por la peluquería, con manchas de polvos de talco y raspaduras de cuerno que se habían pegado a la túnica negra, ahora multicolor, que tenia un ribete con lo que parecían calaveras blancas diminutas…
Milesha no pudo responder, sólo lanzar una sincera carcajada ante el aspecto del ser que intentaba exigir respeto y negar lo innegable.
- Te he hecho una pregunta, niña.
- Espera, un momento…- dijo Milesha, mientras recuperaba el aliento – Sinceramente, si, tienes aspecto de haber trasteado basura ajena.
- ¿Cómo? Para que lo sepas, niña, soy un gran mago de la Torre de los Huesos, y no tengo necesidad alguna de rebuscar la basura. - Milesha pudo imaginarse al misterioso interlocutor sacando pecho para darse importancia...
- Bien, gran nigromante, pues si no estabas rebuscando la basura, ¿que hacías dentro del tonel de la basura? No pretenderás que me crea que te caíste por accidente por una trampilla que estaba cerrada, con mecanismo de seguridad, verdad?.
Aquello pareció coger desprevenido al nigromante, que empezó a balbucear algo.
- Pues, pues...- si no fuera por la túnica, se le podría ver pensar la siguiente excusa a toda prisa - … estaba buscando a Rat, mi siervo, que hace horas que debería haber vuelto.
- Y Rat si que rebusca en la basura?
- Está en su naturaleza. Bueno, o almenos en su anterior naturaleza... o almenos en la naturaleza del tipo de ser del que proviene... es decir, que es frecuente encontrar pequeños roedores, ratas, en las basuras, aunque Rat no creo que esté formado totalmente de partes de rata... las costillas parecían de ardilla, pero encajaban bien en el esqueleto... - y siguió murmullando algo para sus adentros, como si estuviera divagando para él mismo.
Milesha estuvo un rato viendo como el pequeño ser divagaba para sus adentros, hasta que recordó que esta tarde llegaba el correo del continente, con lo que esperaba llegase el último numero del libro coleccionable de belleza de Lady Mirrith.
- Oye, ya vale, dejalo, estoy cansada y tengo cosas que hacer, en el fondo me da igual quien o que seas. A más ver, Sr. Gran Mago.
- Llamame Tim.
-¿Que?
-Tim, Timothy, es mi nombre.
- Oh, ya veo, entonces, a más ver, Gran Tim.
-¿Gran Tim?Gran Tim? Ya estamos otra vez con el tamaño, no? - chilló Tim, casi alborde de la histeria- Al final todo acaba siendo cosa del tamaño. Solo porque uno esté en la edad de crecer no se lo toman en serio.
Milesha se agachó para cerrarle la boca a Tim antes que siguiera parloteando sobre lo que fuese que quisiera añadir a continuación, cuando se encontró con un hocico cálido, una boca llena de dientes afilados, unos ojos dorados con una pupila vertical, con una piel escamosa, entre sus dedos; lo que le quitó algo de confianza en si misma.
- Mira, tengo que ir al muelle principal a por unas compras,- le dijo mientras soltaba el hocico- si quieres me acompañas y me cuentas lo del tamaño, lo de Rat, o que hace un Nigromante fuera de la Torre de los Huesos, o si lo prefieres nos despedimos aquí...
-Mi madre me dijo que no andara con desconocidos, así que o me dices tu nombre, o tendré que ir volando, para no andar con desconocidos...- dijo Tim sonriendo, lo que no era muy tranquilizador... una sonrisa de una cabeza de dragón, por pequeña que sea, no resulta tranquilizadora.
Milesha se imaginó algún truco lamentable de Tim para simular el vuelo, por lo que prefirió decir su nombre y dejar la forma de volar de Tim a la imaginación. -Milesha,
Milesha Pielblanca, soy la hija de Ezra Pielblanca, la mejor peluquera de la Isla.
¿Puedes andar y hablar a la vez?
Tim se sacudió los pelos de la túnica, murmuró unas palabras mientras hacia unos gestos extraños y un fulgor pálido dejó la túnica impoluta.
Empezaron a andar.
-Seguramente ya te lo habrán dicho, pero tienes sonrisa de dragón.- dijo Milesha algo nerviosa.
- Gracias, he estado practicando. Algún día conoceré a algún dragón, y ya estoy preparado, he estudiado su lenguaje corporal, y tengo este objeto, que me permite entenderlos...- dijo Tim mientras señalaba un pequeño broche dorado que llevaba en la túnica, parecía una cabeza de dragón fabricada en oro, con unas letras cónicas alrededor de la cabeza.
- Muy bonito, ¿que es?.
- Es un poderoso artefacto que concede a su portador la facultad de entender y hablar el idioma de los dragones, lo llamo “el pin del club de los amigos de los dragones”.
Milesha se paró en seco, mirando a Tim.
-Oye, tienes cabeza de dragón, tus manos parecen garras... por casualidad no tendrás todo el cuerpo recubierto de escamas y un par de alas?
-Si.
-Y naciste de un huevo?
-Si.
-Y te has fabricado un artefacto que te permite entender a los dragones...
-Si.
-¿Has probado a hablar ese idioma sin el artefacto?.
-No, claro, por supuesto, sólo los dragones pueden entonar ese idioma, con las sutilezas gramaticales de forma natural, por eso el pin. No hace falta ser mago para entenderlo.- Dijo Tim con naturalidad.
-Por casualidad no te acunarás rodeado de monedas, piedras preciosas y tesoros similares?
-Si los tuviera, seguramente lo haría..
Siguieron andando, debatiendo las costumbres y manerismos de los dragones, insistiendo Tim en no ser nada de eso, hasta llegar a la tienda “productos de ultramar”, un local de madera, situado al lado de las oficinas del procurador del puerto. El local consistía en una ventanilla de atención, con un gran mostrador, y la mayor parte era el almacén, situado en la trastienda del local.
Jeofrey, el propietario, al verles les hizo un pequeño gesto con la mano abierta, y buscó algo debajo del mostrador.
-Milesha, Reverendo Tim, hoy ha llegado lo que esperaban. Para Milesha, el nuevo coleccionable del libro de Lady Mirrith- mientras sacaba un delgado volumen en papiropara el Reverendo, el tratado alquímico para epidermis y otros tejidos corporales del continente, volumen 12.- y depositó un delgado volumen idéntico al primero.
Milesha, que por su estatura, llegaba a ver ambos volúmenes a la perfección, empezó a decir mientras Tim se encaramaba al mostrador,- Pero si parecen igua...
-Shht!- interrumpió Jeofrey, negando enérgicamente con la cabeza y los ojos desorbitados. -No digas nada... - susurró.
Tim empezó a examinar el tratado alquímico- Perfecto estado, el sello arcano de protección al agua, luz, fuego, está intacto, y con el sello personal de Lady … Bien! Perfecto como siempre Sr. Jeofrey, aquí tiene su plata y media.
Jeofrey puso la misma cara de resignación que las diez veces anteriores, evitando activamente recordar la primera vez que el reverendo le compró el tratado alquímico; las diferencias en el nombre, que si era el tratado alquímico o el libro de Lady Mirryth terminaron con el bigote y la barba de Jeofrey chamuscados y un pequeño ejército de zombis y esqueletos diminutos rodeandole...
- Muchas gracias, Jof- Milesha le dio el dinero.
-Dale recuerdos a tu madre, y dile que parece que pronto mi barba ya necesitará un recorte.- respondió mientras miraba al Reverendo de reojo, que acababa de hacer desaparecer su volumen.
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