Esta mañana ha sido la primera dando vueltas por Estambul. Mi intención era realizar una serie visitas culturales obligatorias por su importancia, como el Palacio de Topkapi o la Mezquita Azul , entre otras…
¡Alto! ¿Estoy leyendo en el blog de un club de rol las vacaciones de un friki?, se preguntará el avisado lector. No, por supuesto que no, y eso, por dos razones: una, que cuando yo empecé a jugar a rol esa palabra se escribía de otra manera y se refería a… bien, seamos, políticamente correctos, personas con un aspecto físico tan extraño que alguien pagaría por verlas, no a jugadores de rol. Esta definición podría llevarnos muy lejos… de este blog. Segundo, porque, precisamente, estaba yo lamentando verme inmerso en la masa “normal” y, sobre todo, sufriéndola: a mi alrededor tenía a la mitad de Barcelona, y a un 50% de Madrid.
De repente, algo cambió en mi mente. ¿Qué fue? Pensaba en un viaje organizado, pero organizado con lo que un rolero querría visitar; es decir, lo que yo hago, pero consciente, deliberado y a propósito. En mi mente empezó a sonar la voz del inexistente guía indicando que la disposición actual de la Mezquita Azul, con sus docenas de lámparas sostenidas por cientos de metros de cables de acero permite recrear un combate acrobático-ingrávido, mientras que el amplio patio con la fuente para las abluciones, del mismo tamaño que la sala principal de la mezquita cuenta con sus tres arcadas de acceso y sus cuatro minaretes, es ideal para el despliegue de grupos de secuaces sin nombre o guardias dado la amplitud del área y que está mayoritariamente despejada.
Algo parecido hubiera sucedido en el Palacio de Topkapi, el palacio principal de los sultanes otomanos durante cuatrocientos años, cuyo tesoro ya intentaron robar en la película del mismo titulo, en los años 60: ideal para el ladrón de guante blanco consagrado o para la pequeña banda en busca de un gran renombre y un gran botín: pléyades de diamantes de pequeño tamaño y fácilmente colocables en el mercado negro o gemas del tamaño de pepitas de melocotón para el coleccionista anónimo y multimillonario, reto para investigadores o defensores de la ley… o bibliotecas hechas desaparecer por el conquistador musulmán ¿qué podrían contener?
Los distintos edificios administrativos del palacio nos sugieren la intriga política de un imperio enorme en una opulenta capital, sultanes en medio de pachás corruptos y de un cuerpo de élite como los jenízaros, herederos de las más profundas tradiciones de los pretorianos romanos, consentidores en estrangulamientos y muertes misteriosas y fulgurantes ascensiones al trono, o numerosas concubinas —creo recordar que en unos quinientos años de historia del imperio otomano, solo cuatro sultanes se casaron— con sus hijos en la carrera hacia el trono u otros cargos menores pero también prestigiosos y lucrativos. ¿Nadie ha creado un juego de tablero o una campaña con este argumento? Mujeres y Ministros podría ser un título con gancho, o quizá Vilezas y Visires…
En las numerosas cisternas de la época bizantina que quedan por la ciudad ya se han ambientado escenas de acción e intriga de espionaje (Desde Rusia con Amor, 007) y también el muy recomendable Constantinopla Nocturno. Nadie sospecharía que en la Cisterna de Justiniano hay un bar con neones que parece sacado de Blade Runner, Desafío Total … o un modulo de Cyberpunk o Shadowrun.
Por supuesto, las cisternas pueden ser un escenario increíble para los Misterios y Monstruos que podemos encontrar en una enorme ciudad, los restos de antiguas civilizaciones o secretos innombrables que nadie debería sospechar custodiados por gentes de miradas aviesas y de etnias difícilmente identificables por el tenaz investigador.
Mucho más satisfecho, me fui a buscar un lugar donde comer, alejándome de donde estaba hasta que deje de oír hablar español, ciertamente satisfecho de haber encontrado el punto de vista adecuado…
Más adelante escribiré de otras cosas, como la estación del Orient Express o el Puente de Galata, ya sabéis: Asia a un lado, al otro Europa y alrededor, Estambul.
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